Autor: Maria Laura Quiñones Urquiza
Para poder hablar de parafilias es imposible no citar al Complejo de Edipo, cuna y motor de las relaciones entre las personas, del mismo surgen entre otros fenómenos: la identificación.
Vemos el caso de un bebé seducido por una madre nutricia, ésta representa durante sus primeros meses “el mundo”, ella lo es todo: el calor, el abrazo, el alimento. En el mejor de los casos en su mirada ve reflejado el amor, lo que él significa para ella. Sabemos que el bebé al nacer y durante los primeros meses percibe un cúmulo de estímulos desorganizados, pues es al principio puro reflejo, todavía son pocas las inscripciones psíquicas, su propia indefensión unida al trauma del nacimiento contribuyen a la creación de una díada con su madre. El olor, los ojos y la voz de ese alguien le da la seguridad de llenarlo, de colmarlo. Prueba de ello es la sonrisa social del bebé, quien al ver a los ojos a las personas, los asocia con los ojos de la madre.
Pero el niño pretende todo de la madre, la quiere toda para él debido a la relación de simbiosis entre ellos, es allí donde entra la figura parental, el padre, quien impone el NO, pues hay una parte de esa madre que él tiene prohibido y que no esta negada al padre, es a lo que en la cultura se llama la prohibición del incesto.
Posteriormente ese modelo maternal es deseado en el futuro como la síntesis de lo perfecto, lo primordial, lo que llena, pero para conseguir una mujer así, es necesaria la identificación con aquel que tiene la otra parte que el niño no posee. Es a esto a lo que en psicología se denomina complejo de Edipo.
En los infantes existe la premisa universal del pene, debido a que el varoncito observa su miembro y tiene la convicción que todos lo poseen, incluso que sus amiguitas no lo tienen pero lo tendrán, no asume la falta en las mujeres. Pero al observar que su madre perfecta carece de ese pene le provoca un trauma, es entonces cuando aparece el temor a la castración. En el imaginario infantil la posibilidad de la castración esta latente.
Para el psicoanálisis son los perversos quienes no respetan el NO, digamos que no respetan la ley del padre, esto abarca en muchos casos a las Leyes en general, sean estas ya impuestas por la cultura. El perverso recreará el si de todas las formas posibles.
Según el sexólogo Jorge A. Opizzo, una relación sexual normal comprende al acto sexual realizado por una pareja formada por un varón y una mujer, cualesquiera sean las prácticas puestas en juego, no ingresa en la patología sexual cuando las superficies en contacto como epílogo del mismo sean establecidas por la naturaleza para lograr la concepción del ser humano y la patología comienza cuando en el acto se reemplaza a una de las partes de la pareja con un ser del mismo sexo, con un objeto o con un ser vivo no humano: animal o vegetal, o cuando la conjunción concluye fuera de la vía natural.
Lo esperable es obtener relaciones sexuales satisfactorias, plenas y que permitan por supuesto, la perpetuación de la especie. Pero ¿qué ocurre cuando existe la imposibilidad de obtener todo eso en una relación sexual? ¿qué ocurre cuando “ese” objeto sexual es sustituido por un objeto inanimado?, ¿qué ocurre cuando el vaciamiento de sustancias genésicas se lleva a cabo sin contacto genital? La clínica psicofisiopatológica denomina a estas alteraciones cualitativas del instinto sexual como parafilias.
Las parafilias son impulsos recurrentes, fantasías o comportamientos que implican actividades, objetos o situaciones poco habituales, es decir lo que en realidad no permite la perpetuación de la especie pero a su vez brinda una sexualidad placentera. En muchos casos de parafílicos es imposible lograr una eyaculación o un orgasmo si no se realizan determinadas condiciones, por ejemplo que un hombre exhibicionista, probablemente no consiga eyacular si no es visto por otros, o un fetichista no logre lo mismo sin ver el color rojo en ropas, sábanas o algún otro objeto. Vemos pues como la sexualidad es a veces ajena a la estimulación genital, esto prueba que es cierto que el principal órgano sexual es el cerebro. En general se consideran patologías cuando son las únicas maneras de satisfacción sexual, no como variantes.
Parafilias con relación a la elección de objeto:
Frotteurismo
Aquí es característico el roce o contacto con alguien por lo general en contra de su voluntad, solo el roce basta para producir una erección u orgasmo.
Pedofilia o Paidofilia
Proviene de la palabra Paideia que significa infancia. Aquí un adulto desea llevar a cabo la relación sexual con infantes o púberes. Los caracteres que demuestran maduración genital hacen que el pedófilo pierda interés en su objeto sexual. Algunos son selectivos, eligen niños de determinadas caracteristicas a otros les basta solo con saber que son niños. Podemos pensar que son motivo de una inmadurez evolutiva, una imposibilidad de relacionarse con personas de su edad, repetición por haber sido víctima de pedofilia, o deseo de someter a un débil, a un indefenso.
Crossdresser o transvestismo
No siempre un hombre vestido de mujer o viceversa es homosexual, muchas veces esta situación refleja un fetichismo transvestita que nada tiene que ver con la homosexualidad, es una preferencia que sirve de exitación para alcanzar el clímax. Incluso la ausencia de esta conducta puede producir en los varones falta de erección. Esto puede comenzar en la infancia pero manifestarse públicamente en la adultéz.
Escatología Telefónica
Consiste en la excitación sexual sí y solo sí se escuchan obscenidades vía telefónica. Esto puede convertirse en adicción y sustituir la unión sexual.
Zoofilia
Los animales se convierten en el objeto de adoración sexual, el verlos realizar el coito, penetrarlos o ser penetrado por ellos es suficiente estímulo para lograr el clímax.
Coprofilia y Urofilia
El olor, observar a otro haciendo sus necesidades fisiológicas, ingerir (coprofagia) o contemplar los excrementos producen los espasmos genitales necesarios para llegar al orgasmo. Estas preferencias suelen presentarse en cuadros esquizofrénicos.
Necrofilia
Mirar, oler, penetrar o tocar cadáveres en distintos estados de descomposición sustituyen a una relación sexual normal.
Masturbación Compulsiva
Cuando es la única forma de satisfacción y no se puede o no se quiere pasar a otra. Puede presentarse en oligofrenias, esquizofrenias y algunos cuadros perversos.
Fetichismo
Para algunas corrientes psicoanalíticas, cuando el niño se enfrenta con el trauma de ver que su madre no posee un pene, es decir de una madre castrada, el niño pone sus ojos en un objeto sustito que viene a completar esa falta, posteriormente ese niño quedará prendido a ese objeto inanimado y le servirá de excitación para su relación sexual. La presencia de ellos le servirá de estímulo placentero aumentando su libido sexual y su ausencia trastornos en la erección. Tal es así que muchas personas utilizan colores, ropas determinadas u objetos. Parcialismo Cuando determinadas partes del cuerpo vienen a sustituir por desplazamiento al órgano genital del partenaire, por ejemplo los pies, a los que con solo besar, oler, lamer producen el clímax.
Parafilias con relación a la forma de obtención de placer:
Asfixiofilia:
Los deseos sexuales se despiertan por la fantasía de ser estrangulado y llegar a la asfixia.
Los Pares antitéticos
Digamos que no podría llevarse a cabo la consumación de un acto sexual placentero si no existe su complementario de modo simultáneo:
Sadismo
Consiste en el acto real de humillar, golpear o hacer sufrir un dolor sustituyendo la unión amorosa entre los sexos. En ocasiones solamente es una fantasía recurrente o un deseo de ver a otros hacerlo lo cual basta para el ascenso de la libido sexual. Es el par antitético del Masoquismo. En el caso de los violadores, el temor y dolor infringido a la víctima es suficiente para poder eyacular, probablemente la sorpresiva predisposición o falta de temor en su víctima haga que al violador le anule la libido sexual.
Suele ocurrir que el sadismo no solo se practique durante la relación sexual, si no que tome la vida entera del sádico y se convierta en un patrón para relacionarse con los demás, lo que hace que deje de ser inofensivo.
Masoquismo
Consiste en el acto real de ser humillado, golpeado o sufrir un dolor. El solo hecho de recibir estos “castigos” bastan para dar por satisfecha y completa la relación sexual sin necesidad de penetración. Existiría la fantasía primordial sádica pero vuelta hacia la persona propia.
A veces este hábito toma la vida entera de la persona y se convierte en el modo de relacionarse con las personas. Existe el masoquismo transitorio, como por ejemplo en ritos religiosos en que las personas se autoinflingen castigos corporales.
El límite dentro de la normalidad, es la provocación de malestares clínicamente significativos o deterioros sociales o laborales. Veremos pues una grave alteración del instinto de autoconservación. Algunos ataques contra la integridad física pueden develar sentimientos de culpa no superados.
Exhibicionismo
El par antitético del Voyeurismo, se caracteriza por mostrarse en actitudes propias de un coito o simplemente mostrar la propia desnudez. Esta desviación sustituye a la relación sexual standard. El saberse observado o causar sorpresa es suficiente.
Voyeurismo
Aquí no es necesaria la estimulación genital, bastará con lo visual hay una exacerbación de la pulsión escópica. Observar será suficiente. Por ejemplo en los peep shows, hay una mujer en una habitación, quien se exhibe dentro de ella y las personas observan por pequeñas ventanas o huecos de picaportes o cerraduras. No siempre es necesario darse a conocer como el mirón, el que espía, aunque para algunos ser el tercero y darse a conocer es importante, puede ocurrir que el voyeurista se identifique con alguna de las partes actoras en el coito en una especie de fantasía de desdoblamiento. Aquí se manifiesta la inhibición del impulso. Probablemente exista actividad masturbatoria durante la contemplación del acto sexual o al mirar la propia desnudez.
BIBLIOGRAFÍA:
Clínica Psicofisiopatológica, Dr. Eduardo Mas Colombo y Col. Erre-Eme S.A. Editora 1999.
Alteraciones Sexuales, Diagnóstico y Orientación del Enfermo Sexual- José A. Opizzo. La Técnica impresora 1965.
Pulsiones y Destinos de Pulsión, Sigmud Freud - Amorrortu Editores 1976, Tomo XIV.
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