lunes, 29 de julio de 2019

RELATOS CRIMINALES: EL FEMICIDIO DE CAROLINA ALÓ (16)

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Fabián Tablado le había roto el tabique nasal a Carolina Aló en el Colegio. Nadie le avisó a sus padres. Un día Edgardo Aló, su padre, vio cómo le pegó un "cortito" a su hija, y lo encaró. Ante la inminencia de la escalada de violencia futura de aquel noviazgo violento y entre las 36 cartas que Tablado le escribiera a Carolina, habían algunos indicios que revelarían sus motivaciones y personalidad desafiante, que culminó en un feminicio de 113 puñaladas a la adolescente, de tan solo 16 años. El análisis de Laura Quiñones Urquiza en el segundo bloque del 8º programa de Relatos Criminales, conducido por Mauro Szeta y Paulo Kablan, emitido por Telefé el 28 de julio de 2019 Aquí


Foto: Walter Asensio

YO, LA ENTREGADORA

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María Teresa Lacaba Brunetti tiene 30 años y está condenada por homicidio simple en ocasión de robo. Firmó un abreviado de 9 años y lleva 7 detenida. Nació y se crió en Pergamino, su papá trabajaba en el campo y su mamá era ama de casa. Era la mayor de cuatro hermanos. “Yo tuve una buena crianza, pero a veces uno elige el camino más oscuro”, recuerda. Fue al colegio hasta los 14 años y a los 15 años quedó embarazada de su novio, que robaba. “Mi papá me decía todo el tiempo que este pibe no era bueno para mí, pero yo no lo escuchaba; ese tipo me llevó a la ruina”, dice con rencor. Con el tiempo comenzó a acompañarlo. “A mí me usaban por la presencia, yo era la que tocaba el timbre y ellos después aparecían y apretaban”, cuenta. “Yo a esa altura ya sabía tirar, él me había enseñado a usar todo tipo de armas”, recuerda. María Teresa nunca trabajó. Durante una entradera, le pidieron que ella tocara el timbre pero también que “ajustara” al dueño de casa. Sabían que adentro había 250 mil pesos y cinco kilos de marihuana, el damnificado era un transa. Se hizo pasar como compradora y cuando le abrió sacó el arma y entraron. “Cuando entramos, nos olvidamos que adentro estaba la novia del tipo, ella se escondió debajo de la cama, y en la adrenalina no la vimos; cuando la victima quiso agarrar un revolver que tenía en un cajón, yo saqué el chumbo y le metí dos tiros”, era la primera vez que tiraba a alguien, pero sabía dónde tirar. Cuando dieron vuelta el cadáver estaban los dos agujeros en la espalda. “Una vez que estábamos afuera corriendo, nos dimos cuenta que la mina se había escondido y gritábamos: dejamos viva a la mina, dejamos viva a la mina”, recuerda. El novio se huyó al Chaco y el compañero con quien entró en la casa estuvo dos días prófugo y se entregó. Ella estuvo prófuga 15 días y por recomendación del abogado se terminó entregando en un lugar público. “La verdad no siento culpa de nada, porque era mi vida o la de él, el tipo era un arruina gente”, dice con cierta jactancia. El novio quedó absuelto porque el padre pagó y demostró que no estuvo adentro de la casa y el cómplice la acusó a ella de ser la autora material; fue la única que quedó detenida. En la cárcel es conocida por su bravura. “A mí me quisieron cortar la cara por linda, me apuñalaron varias veces, pero nunca fui gato de nadie, siempre me paré de manos. Yo era de terror, no me cabían las minas que le pegan a las doñas (presas de mayor edad que no tienen vida delictiva), ni tampoco las antichorras; una vez le quisieron pegar a una doña y yo me metí y la cagué a trompadas”, asegura con orgullo. La compañera de pabellón concuerda con su relato, “acá la respetan porque se pelea con cualquiera, se ha llegado a pelear con hombres en el sum”. La entrevista completa y el análisis de Laura Quiñones Urquiza Aquí