jueves, 21 de febrero de 2019

YO HACÍA SALIDERAS BANCARIAS

Diego “El Gordo” Valerga tiene 44 años. Tiene más de seis causas por robo. Robo en modalidad rapiña, salideras, escruches y bancos. Además, recuperó la barrabrava de Chicago a pedido de una de las facciones. Torturó a latigazos al jefe de la barra de Merlo por intentar asesinar a su mujer. También en prisión fue líder de pabellón y promovió varios motines.
Se crió en Merlo centro, su padre era carpintero y su madre ama de casa. Fue el segundo de tres hermanos. Su vida fue normal, practicó taekwondo y llegó a ser tercer dan. Todo cambió a el día que su maestro de artes marciales le enseño a robar carteras, con esos primeros robos se compró una moto, tenía 11 años. A los 11 años comenzó a robar estéreos de autos, “abríamos todos los autos que había en la cuadra y le sacábamos todo lo que tenían en el interior”. También empezó a robar en el colegio: abrió y saqueó el kiosko, les sacó el sueldo de la cartera a dos maestras y les robaba a otros compañeros de la escuela. De chico era muy violento. Su vida delictiva comenzaría a expandirse con las enseñanzas de un profesor de taekwondo al que él admiraba, lo llevaba a robar carteras.
A los 14 años empezó a drogarse y conoció a una chica de 22 años de la que se enamoró. Ella lo contactó con otros ladrones que lo perfeccionaron en el delito. Siendo todavía menor de edad, comenzó a hacer salideras bancarias con modalidad “rapiña”: “yo no usaba armas, era parte de una banda juvenil que se encargaba de arrebatar cuando los clientes salían de los bancos. La manejaba un tipo de 60 años que se llamaba Pepe, él entraba y nos marcaba “La Pinta”, yo era el encargado de agarrarlo de atrás e impedir que se moviera”. Una vez que él lo tenía atrapado, los otros chicos de la banda le hacían robo piraña.
A los 18 años cayó preso por primera vez y lo llevaron a Caseros. Ahí recuerda que se descolgaba de los pisos superiores y bajaba al patio donde estaban los presos más grandes que le convidaban marihuana. “Éramos como las mascotas de los más grandes, ahí me enseñaron bastante”. Estando en Caseros fue líder de pabellón y promovió varios motines, les pegó a guardias y fue parte de “La Batucada” de junio del 1994 donde prendieron fuego toda la cárcel. “Imaginate que cuando salí de Caseros salí peor, creía que era Superman, que me aguantaba todo”, recuerda. Tiene varios escopetazos en el cuerpo por pelearse con los agentes del servicio. Una vez que salió comenzó a robar remises para ir a hacer raides delictivos, llegaron a robar 4 casas de electrodomésticos por día. Una vez que hacían todo el raid abandonaban el auto. También robaban camionetas para saquear locales de ropa y después revenderla. Los fines de semana iban a zona Norte y robaban motos con las que asaltaban estaciones de servicio.
“Cuando empecé a robar era muy violento, yo entraba y pegaba; el líder de la banda que me veía sacado me agarró y me cagó pedos. Me enseñó a robar de chamuyo y sin violencia. El delincuente tiene que ser un gran actor, no es necesario hacerle daño a nadie".
Ayudó a rescatar al tío de un cómplice del hospital Pirovano y lo escondieron en Villa La Rana. Años después cayó detenido y se lo encontró en la cárcel de Mercedes. El hombre que rescató tenía mucha ascendencia sobre la población carcelaria y en ese lugar fue amo y señor.
Cuando salió comenzó a trabajar como custodio en un frigorífico. “Ahí trabajaba hasta las 13hs y después empecé a hacer salideras en financieras”. En 2008 lo detuvieron en luego de realizar varios robos en Pinamar y Carilo, el hecho se conoció como “la banda del guante de latex. Lo dejaron detenido en una comisaría de Dolores de donde se fugó tirando abajo una pared con un fierro.” Hacía lo que él define “escruche a la americana”, que era entrar cuando están los dueños dormidos y apretarlos con armas.
En 2014 lo llamaron de la barrabrava de Chicago para que recuperara el lugar que le habían quitado un grupo del barrio La Antena a la facción de Los Perales a cambio de plata. La recuperó a fuerza de golpes y apretadas, “el pibe que dejé al frente de la hinchada la perdió a las dos semanas porque no le dio para aguantarla; yo no volví porque a mí no me importa nada el futbol”. Ese mismo año agarró a una pareja que salía de una financiera y se llevó un bolso con 200mil dólares.
Se tiroteó muchas veces con la policía. En 2015 le metieron un tiro en el antebrazo en La Reja, “herido no podía ir al hospital, me fue al barrio Rififi de los gitanos, ahí me curaron”. Estando ya en Merlo, empezó a apretar a los tranzas del barrio para que le pagaran por laburar tranquilos en el barrio. Comenzaron a pagarle la protección. En 2016 en una pelea en el barrio le metió un tiro en la pierna a uno de los líderes de la barra de Merlo en una disputa por unos gramos de cocaína, por ese motivo el hermano del agredido quiso ejecutar a su mujer de un tiro en la cabeza, la bala no salió. Diego al enterarse lo raptó, lo ató en el fondo de su casa y lo molió a golpes y a latigazos.
Por su fama de matón, lo llamaban los dueños de casas usurpadas para que les sacara de adentro a los invasores. Hizo muchos de esos trabajos a pedido.
En este momento está detenido por encubrimiento simple por comprar una moto robada (él dice que es inocente y que esta causa es en venganza por manejar el barrio), lleva ocho meses en la unidad 39 de Ituzaingó. La entrevista de Mauro Szeta y el análisis completo por Laura Quiñones Urquiza para Telefé Noticias Aquí

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